domingo, 29 de junio de 2008

Dos semanas (Desireé)

22 de junio

La noche del Alto, Mariano me mandó un mensaje. Uno normal, nada del otro mundo, simpático. Pero me entusiasmé. Estaba contenta.
Al día siguiente fue la despedida de una chica alemana de intercambio que va al Ciencias Naturales, compañera mía de Inglés. Para nuestra Miss, cualquier excusa es buena para “celebrar”. Me acuerdo de Damián acercándose para sentarse con Yamila y conmigo, y de la agasajada en cuestión agarrando precisamente ése banco y listo, Dami en la otra punta. Si hay un Dios, me odia. Si la vida puede sonreír, a mí se me caga de risa. Y la prueba de esto se hace mucho más evidente en las siguientes líneas.
El lunes fue 9. Al día siguiente, de nuevo en Inglés, Dami pudo sentarse finalmente cerca nuestro. Aproveché para recordarle el pequeño episodio del domingo, eso de colgarnos por el partido, y le dije que me hubiera gustado que como mínimo avisara. Él dijo que tenía razón. Pidió disculpas. A veces Dami entiende lo que se espera de él, y lo cumple, pero casi nunca significa nada muy trascendental.
Tanto el martes como el miércoles, a Mariano simplemente lo saludé, y si hablamos de algo fue muy al pasar en el pasillo.
El jueves, aprovechando que al día siguiente no había clases, me conecté después de las 10, a la hora en que se conecta él.
Y hablamos.
Si les mostrara esa conversación, jamás creerían que nos acábabamos de “conocer”. Nunca había hablado con nadie de esa manera, nadie me había agarrado nunca la vuelta tan rápido. Hablamos de ideales, de posturas, del mundo, de la escuela, de nuestros amigos, de estupideces, de él, de mí, de nosotros. Así hasta las 3 de la mañana. Fue rarísimo. Sé que es difícil imaginar una conversación de MSN como algo rarísimo, pero con él era como que yo sabía que estaba en su casa pegado al monitor, con la cabeza en eso, tan enganchando como yo.
Tal vez por eso, y por todas las pequeñas cositas de estos días, y por cómo asumimos al toque que nos pasaba algo con el otro (pero necesito tiempo, aclararía él), pensé que las cosas iban a ser muy distintas.
El viernes me quedé en casa pero, como ya contó Mandy, el sábado habíamos quedado con las chicas de juntarnos en lo de Karina. Mientras esperaba en una solitaria parada céntrica mi segundo cole, que me deja a una cuadra de lo de mi amiga, me sobresaltó el “ti-TI” de mi celular. Mensaje de Lucas, preguntándome cómo andaba y qué hacía. Respuestas rutinarias. Después de un par de mensajes más, aproveché para arreglar algo para el lunes, feriado o algo así. No me jodan con que cero info acerca de qué día es un feriado y qué día hay paro. Si me dicen “te podés quedar en la cama durmiendo”, no voy a pedir más explicaciones.
No voy a contarles sobre la peli, porque de eso ya se ocupó mi querida amiga. Me quedé a dormir en su casa, efectivamente, y al día siguiente volví a la mía. Le di bola a mi papá, claro, porque era su Día, y a la tarde me conecté y me “encontré” con Mariano nuevamente. Lo invité a la salida con los chicos al día siguiente, y jugamos al ajedrez en línea. Yo llevaba siglos sin jugar, pero aunque cometí errores boludos, le gané la primera partida. Él ganó la segunda, y después se tuvo que ir así que no llegamos a desempatar. No quiero sonar cursi, no quiero sonar estúpida, pero cada día me gustaba, cada día me gusta más. Y ahora ya fue.
Al día siguiente, después de otra breve sesión de MSN, me tomé al cole a la plaza de la escuela, el punto de encuentro, y llegué temprano. La salida “convocaba” a Yamila, Lucas, Ale, Mariano y a mí, claro, Dami no podía. Creo que estaba enfermo. Simplemente, no estaba ahí.
Me senté en un banco de plaza (y puede que fuera el mismo, exactamente el mismo, donde me senté el año pasado el Día de la Raza, a conversar con Damián después de escaparnos del acto) y al toque llegó Mariano.
Esperando a los demás, que naturalmente llegaron tarde, pasamos un buen rato distendidos, charlando. Finalmente cayó Lucas, seguido por Alejandro, última Yamila.
Fuimos a los dos Addison pero abrían más tarde, ojeamos la cartelera del cine de la Peatonal pero no había nada, así que encaramos para Royal para comer algo.
Nos quedamos ahí una media hora; en un momento Lucas hizo un comentario boludo, por joder, acerca de mi fotolog y me enojé, y cuando nos levantábamos para irnos, Mariano se acercó y me dijo en voz baja “no te enojes”, y ya por ahí tenía ganas de quedarme sola con él, pero todavía faltaba bastante para eso.
Para entonces Addison ya había abierto, y Mariano estaba determinado a enseñarme a jugar al pool. Se las arregló para dejarme unos cuantos tiros, volverme loca con instrucciones (”¡al centro, Di, pegale al centro de la blanca!”) y ganarle a Yamila, aún a pesar de mi invalorable ayuda. No soy tan asco como cabría suponer, a todo esto. Metí unas cuantas. Según Mariano, tengo talento natural, pero él no es muy objetivo que digamos. Jugábamos las lisas y en un tiro largo metí accidentalmente una rayada. Mi cara debió ser una patética mezcla de horror y vergüenza, pero él me dijo que no fuera boluda, me rodeó con el brazo y me aproximó hacia él, me susurró tonterías suaves e ininteligibles.
Después Yami tuvo que irse, la acompañamos hasta el cyber donde se reune con sus amigos y novio viciaditos a jugar World of Warcraft.
Los cuatro restantes volvimos a la plaza. Supuestamente acompañábamos a Lucas a tomar el cole, pero en honor a la verdad, nos quedamos al pedo en uno de los bancos largos de granito, boludeando con una hoja de revista que encontramos tirada. De un lado había una gran ilustración dominada por un caballito de mar, un juego para niños peques. Del otro, un crucigrama.
Alternativamente me recosté en la espalda de Ale y en la de Mariano (la puta madre estoy quedando como una trola xD) y nos reímos tratando de resolver los juegos (comentario de Ale: “¡Mirá! Mi nombre y apellido entran en esta definición!”. Carcajada general), nos divertimos. Al final me incorporé y agarré la hoja y mientras Lucas oteaba con un toque más de decisión la llegada de su cole, me acerqué más a Mariano y buscamos caracoles en el juego del caballito de mar. Cuando Lucas se fue, Mariano me pidió que guardara la hoja.
-De recuerdo.
-¿De qué?
-De recuerdo… de los caracoles.
Me pareció una frase tan linda que al día siguiente me inspiré (?) y escribí un cuento titulado así. Pero bue, qué al pedo que estoy hablando; total es mi blog y de todas maneras, no creo que nadie lea tanto.
En fin. And then there were three. Le ofrecimos a Ale acompañarlo a su casa, él dijo que no hacía falta que volviera ya-ya; insistimos. Creo que yo tenía tantas ganas de quedarme sola con Mariano como él de quedarse conmigo. En ese momento no pensaba en Dami. De hecho habíamos hablado un poco de él al principio, esa media horita en la plaza. Le conté lo del Día del Amigo del año pasado, de cómo Dami iba a ir pero no fue, y Mariano me dijo que a ellos (a los Ciencias Naturales) también les había dicho que iba a ir y no había ido, y ni siquiera me sorprendió, ni siquiera nada.
Llegamos a la casa de Alejandro y entramos porque necesitábamos usar el baño, y la madre de mi querido gil -bastante densa, por cierto- nos persuadió de quedarnos un rato, a tomar Magna y comer torta. El tema de conversación fue Bariloche. Ya estoy hinchada las bolas de hablar de Bariloche.
Al rato nos excusamos, yo dije que ya era tarde y que mi vieja se pone psicótica, y ninguno de esos dos factores estaba tan alejado de la realidad.
Y ahí estábamos de nuevo, Mariano y yo, recorriendo las calles frías una noche a finales de otoño.
Cronometramos la cantidad de tiempo que lleva hacer una cuadra -un minuto, 28 segundos, a quien interese- hablamos boludeces y nos reímos, y él me preguntaba cada dos por tres si tenía frío y yo que no que no, y una vuelta dice: “A ver…” y me toma la mano entre las suyas, y seguimos caminando así el resto de la cuadra, del minuto y los 28 segundos. Cualquiera que nos haya visto hubiera asegurado que estábamos juntos.
Y llegamos a la parada de mi cole.
-Esta es la parada a la que te acompañamos en el cumple de Damián- dijo-. Cuando te conocí.
Y me sorprendí porque no pensé que él recordara mucho de ese día, tan lejano ahora.
Ya no hablábamos tanto. Yo tenía una expectativa rara, casi plausible.
-Cuando ya no estés en una situación complicada, con respecto a Francisca- así la había definido él en el MSN, “situación complicada”-. ¿Me vas a tener en cuenta?
Mariano me miró y luego apartó la mirada. Se había quedado serio.
-Sí… sí- su voz sonó apagada-. Pero estos días… No te hagas ilusiones.
-No me hago ilusiones.
Entonces me miró de nuevo, y me abrazó.
-Estoy bien- dije, desde mi posición cercana a su hombro.
Nos separamos.
-Ya sé que estás bien- replicó-. Pero yo quería abrazarte.
Eso último lo revolví en mi cabeza, lo repetí tal cual al contárselo a las chicas, lo pensé y lo repensé tanto que ya ni sé si él lo dijo o yo lo imaginé, si no fue todo una mentira que me conté a mí misma.
Después hablamos pavadas, para aligerar la tensión.
Y ahora viene la parte fea, lo que no quiero escribir. Pero bueno. Así es la vida de mierda, diría Damián.
Y mejor se los dejo para mañana. Por el bien de sus ojitos, y de mis manitos, y de mi pobre pobre corazón (?)

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