domingo, 29 de junio de 2008

Comunicación (Desireé)

20 de abril

Hoy, mientras leía comentarios y el último posteo de Amanda, mi celu hizo “ti-TI!”, como hace cuando llegó un mensajito, y efectivamente, me llegó un mensajito, de Lucas. Decía: “¿En qué andas?”. Clásico mensaje de Lucas. Yo contesté que estaba al pedo y pregunté qué hacía él. Él estaba en el Alto, el shopping, y se iba a quedar por ahí hasta las 7.
Apagué la compu, me bañé, esperé veinte minutos el colectivo, y una hora después estaba en el Alto. No sé porqué, pero me sentía casi como si nuestra amistad dependiera de esa salida. Lo prueba el hecho de que sólo haya tardado una media hora en bañarme y vestirme. Soy la persona más empeñada en tomarse su tiempo del mundo.
Cuando me encontré con Lucas, fue casi como si no lo hubiera visto en meses. Estaba contenta, pero al mismo tiempo curiosamente nerviosa. Salimos afuera del Alto -en realidad, no me gustan mucho los shoppings- y recorrimos el perímetro del estacionamiento, charlando sobre intrascendencias. Faltan solamente diez días para el cumple de Alejandro, así que nos preguntamos irónicamente si seríamos invitados (él irónicamente; yo no tanto), reflexionamos sobre las múltiples molestias de nacer un 29 de abril, el Día del Animal, y concluimos que, siendo Alejandro, ya la vida era bastante molesta como para complicarse por esa pelotudez. Si conocieran a Ale, entenderían. Es un tantito… particular. Un poco raro, por así decirlo. Y no es que a mí me moleste, debo aclarar. Nosotros somos gente que podría hacer una bandera de la rareza sin problemas.
No teníamos nada mejor que hacer, así que fuimos al centro por la costanera. Hay una tremenda pared de humo flotando sobre la isla. Y va hacia Buenos Aires, lo cual es bastante gracioso. Es como si el problema volara hasta allá para que las autoridades se hagan cargo. O al menos eso nos pareció.
Lucas me dijo que este año estaba siendo un poco difícil para él. Que, como es sencillo imaginar, no está muy bueno repetir. Dijo que Yamila lo estaba acompañando, que a ellos no les había hecho nada, y giladas así. No me enojé. No sé, pero ya no me sale lo de invertir tiempo y esfuerzo enojándome. Argumenté mis puntos, me quejé un poco para no perder la costumbre y listo.
Después hablamos de un par de sueños raros que yo había tenido últimamente. En uno había muchos varones preadolescentes jugando a la búsqueda del tesoro en una zona boscosa, con una laguna y casas abandonadas. Lucas interpretó que la búsqueda me representa a mí misma, y los varones preadolescentes vendrían a ser el trasfondo sexual que según Freud tienen todos los sueños. O sea, soy re pedófila, je. Y nos reímos. En el otro sueño, estoy con Damián y hay una estudiante oriental de intercambio. Los tres estamos almorzando en uno de los patios subterráneos de la escuela, donde yo hacía gimnasia el año pasado. Pero en el piso del patio, en lugar de haber pavimento, como en el original, hay mucho césped verde y saludable. Lucas observó que el pasto no crece en los patios subterráneos. Yo dije que sip, pero que él que estaba interpretando era él y que no jodiera. Proseguí. Mientras Damián, la alumna oriental de intercambio y yo almorzabámos, varios chicos de quinto jugaban al fútbol en el patio, sobre el frondoso pastito. Una cosa de locos.
El análisis de Lucas fue bastante revelador: mi subconsciente había apartado a Damián del grupo de chicos. A Damián le encanta jugar al fútbol, y su versión real hubiera estado sin duda pegadita a la pelota. Pero el Damián de mis sueños estaba conmigo.
-Pero no sólo conmigo. ¿Y la otra chica?
Pero según Lucas, a Damián no le gustan las chicas orientales. Es sabido que es medio xenofobico, el gil. Es decir, la otra chica no era competencia. Era como si yo tuviera a Damián sólo para mí.
Me quedé pensando en esa conclusión. Tal vez eso era simplemente lo que yo quería. Le pregunté a Lucas si era muy enfermizo pensar -al menos a nivel subconsciente- de esa manera.
-Y… No. Siempre que no te pongas histérica y lo persigas por todos lados…
Y nos reímos. Me defendí. Nos volvimos a reír. Discutimos. Y nos reímos de nuevo.
Recorrimos la Peatonal casi completa, hasta casi las ocho. Después me acompañó hasta mi parada, y se me pasó un cole por muy pero muy poquito (lo corrí, pero el colectivero me ignoró). Nos acomodamos en la ventana baja de una de las casas de por ahí, mientras él se burlaba de cómo corría yo. Él sacó el celu y ensayó en voz alta un mensaje explicativo para su viejo: “Pa, llego tarde porque Desireé corre como tarada”. Le pegué y me reí. Aunque me trate de tarada, me presta monedas para el boleto ocasional y no se va de la parada hasta que el cole llegue, a pesar de que tiene una frecuencia similar a la de la alineación de los planetas. En definitiva, es un buen amigo.
Y eso. Todavía estoy celosa de Yamila, todavía no sé muy bien qué pasa por la cabeza de Damián, y todavía no estoy segura de qué voy a hacer el día del cumple de Ale. Pero el día de hoy estuvo bueno. Hoy, estoy contenta.

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