domingo, 29 de junio de 2008

Situación inesperada (Desireé)

23 de mayo

Bue. Ni sé cómo voy a hacer para contar esto. Todavía no decidí del todo qué pienso, o cómo me siento, o nada. Espero que escribiéndolo, contándolo, se me ordene un poco la cabecita, como a veces me pasa.
Empiezo.
El miércoles por la mañana no fui a la escuela, porque tenemos prehora y más tarde a la vieja idiota de las revoluciones burguesas, y en serio no tenía ganas. Me dejaron faltar, y me quedé tirada en la cama hasta las nueve más o menos, unas tres horas más de lo que puedo dormir habitualmente. Cuando me desperté, escribí algo que iba a ser un posteo, y que ahora, con algo de suerte, nunca verá la luz.
Escribí sobre Yamila. Mucho. Y se me cayeron algo más que un par de lagrimitas, y me sentí mal, y cuando terminé ya toda mi persona me parecía patética y estúpida. Fue una mañana larga.
La profesora de Inglés quiso llevarnos al teatro. Lo planeó durante semanas pero, como la función era a la tarde y, en consecuencia, no perdíamos clase, casi nadie quiso ir. Yo me anoté. No sé si dije ya que me gusta mucho Inglés.
El miércoles por la tarde fui al teatro Broadway, y ahí me encontré con Marisol y Laura, y dos chicas del Ciencias Naturales, y la profe y sus hijas, y Yamila. Vi la obra sentada junto a Marisol. Estuvo buena. Cuando terminó, salí siguiendo a las demás. Los recibidores, los halls, o como se llamen, de los teatros, siempre son un tremendo quilombo. Dos veces al año, mi hermana actúa en unas comedias musicales muuuy melosas onda reinterpretación de disney, y toda la familia va a verla. Así que ya estoy acostumbrada.
Iba a encarar para salida, pero entonces, alguien me tocó el hombro. El ruido de las conversaciones, de la gente agrupándose y reuniéndose, era bastante considerable, pero aún así escuché mi nombre con claridad:
-¡Di…!
Me volví. Yamila tenía el pelo castaño y reluciente recogido en una media cola. Junto con mi notable hermana menor, encabezaría la lista de las personas más bonitas que he visto en vivo y en directo. Lo que no deja de ser bastante irritante. Me miraba fija, atentamente.
-¿Podemos hablar un minuto?
Nos apartamos un poco del gentío. Más allá había una escalera, supongo que para acceder a los pisos superiores del teatro, que no están habilitados. Las dos hijas de la profesora, que no tendrán más de diez años, estaban sentadas en los escalones inferiores. Ésa era toda la privacidad a la que podíamos aspirar, pero realmente no me importaba demasiado. Estaba demasiado sorprendida.
-Estoy cansada de esto- dijo Yamila sin vueltas.
No dije nada (me estaba llegando el oxígeno al cerebro, supongo) así que ella repitió:
-Estoy cansada.
Ahí hilvané:
-¿De… qué? ¿Esto? ¿Nosotras?
-Sí. Ya no aguanto más. Te veo en todos lados. Estás triste. Hice tantas pelotudeces el año pasado… Hablé con Lucas y ya no…- hizo una breve pausa. Movía las manos, estaba nerviosa pero parecía decidida-. La otra noche soñé con vos, ¿podés creer? En serio te veo en todos lados.
Sentía que me temblaban las piernas. La escuchaba hablar, y al mismo tiempo oía una voz en mi cabeza, casi tan rápida y ansiosa como la de Yamila: ¿Qué vas a hacer, qué vas a hacer? ¿Eh? ¿No es esto lo que querías? ¿Pero y todo lo que ya pensaste? ¿Todo lo que ya dijiste? ¿Todo lo que sentiste? ¿No estabas enojada? ¿No estabas furiosa? ¿No la odiabas?
No. Odiarla no puedo. No me sale.
-Yo… Sí, estoy triste. No estoy bien. Pero no puedo volver a lo del año pasado. A mí sola me importaba. Las cosas tendrían… las cosas tendrían que ser diferentes…
Ajá, Didi. ¿Qué acabás de hacer? ¿En serio? ¿Tan fácil?
Yamila siguió hablando. Hacía semanas que Lucas y ella venían conversando “este tema”. Mi última conversación con ella había sido a principios de abril, por MSN, antes de empezar el blog. Fue bastante dura. Todas las cosas que nos habían quedado pendientes, todas las cosas que no nos habíamos dicho al pelearnos en diciembre, todas las dijimos y sin censura y feo y duro.
-Estaba enojada- dije-. A veces me enojo mucho. Porque siento que aparecés vos, y yo desaparezco. Desde que empezaron las clases fue así. Estuve todo el verano con los chicos, y vos nada, y apenas empezaron las clases sentí que me daban vuelta la cara. Y las mellizas –las mejores amigas de Yamila en su curso– se cambiaron de escuela y sentí que era por eso que les volvías a dar bola. Y yo… yo no importo.
-Si supieras, si hubieras escuchado las conversaciones que tuvimos el último mes, entenderías que estuviste todo menos ausente. Ellos quieren que arreglemos las cosas. Lucas, todo el tiempo, en serio, todo el tiempo me lo dice. Ale no entiende todavía qué pasó entre nosotras.
-¿Y Dami? Me pareció muy hipócrita que te volvieras a juntar con él. En diciembre, todo el año pasado en realidad, me dijiste muchísimas cosas. Que ya no te lo bancabas. Que no te caía bien, que no querías saber nada. Era importante para mí que ustedes se llevaran bien, porque ustedes… ustedes para mí… Pero no. Y de golpe, los empiezo a ver de acá para allá, constantemente, juntos. Me dio tanta bronca…
-Es que él habló conmigo. Te lo dije por MSN. Me dijo que a veces es muy envidioso, muy inseguro, que le pasa seguido que no mide lo que dice. Por eso lo reconsideré. Él necesita ayuda. Creo que, en realidad, se siente muy solo.
Y siguió hablando de él, de los chicos, un poco de este año y del año pasado.
-Yo hago todo- dije de pronto. La voz me temblaba más que las piernas, posta-. Yo siempre tengo que hacer todo.
Pero esta vez no. Me doy cuenta. Yo ya no podría haberlo hecho. Estaba resignada a dejarla atrás a ella, a renunciar a mis amigos. Y eso me dolía, me dolía tanto que todavía me cuesta escribir “me dolía”, porque me sale “me duele”. No podía cerrarlo, aunque me dije a mí misma durante todas estas semanas que era lo que tenía que hacer. No podía. No quería.
¿Entonces querés esto, Didi?
Sí. Capaz que sí.
Yamila me abrazó. Fue raro, repito. Mi mentón quedaba justo apoyado en su cabeza. Como abrazar a una nena.
Y cuando nos separamos, nos reímos. No sé porqué.
Ahora estamos volviendo, despacito, a lo de antes. A Lucas, Ale y Dami en los recreos, a sentarnos cerca en clase de Inglés. Sólo que ahora tengo a las chicas y eso es más que prioritario para mí. De hecho, lo primero que hice después de volver del teatro fue llamar a Mandy.
Estoy muy confundida. Pero al mismo tiempo, sé que es muy probable que esto fuera lo que yo necesitaba. No quiero empezar desde cero con todo. Prefiero empezar desde cero con esto. Recomenzar.
No sé. Se me ocurre que un nuevo comienzo es mejor –más optimista, más sano– que un cierre seco, definitivo. Final

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