domingo, 29 de junio de 2008

Dos semanas II (Desireé)

23 de junio

El martes, a todo esto, Dami faltó. Durante la clase de Inglés me mordí la lengua para no contarle todo a Mandy, porque Francisca estaba sentada cerca. En el recreo, finalmente pude contarles todo todito a ella y a las demás. Mierda. Todas las chicas en un radio de dos metros saben todo. Tengo la imposibilidad patólogica de callarme la boca.
A la salida me encontré con Yami y Mariano. Ella tenía que ir al instituto de Inglés, él tenía contraturno. Yo dije que no podía quedarme mucho porque a las dos de la tarde tenía que conectarme para hacer un trabajo en línea con Amanda y Julieta. Ellos se rieron y Mariano me repitió “Te creo” con ironía hasta que le aseguré que iba a mandarle el trabajo, para que viera. Y como Marisol me esperaba para tomarnos juntas el cole, boludeé con ellos sólo un ratín más y me fui.
Hice el trabajo con las chicas en línea, Mandy anunció que ella lo armaría y después me lo mandaría para que lo imprimiera, me fui al gimnasio, y al volver, le reenvié el trabajo a Mariano, que no estaba conectado, agregándole alguna broma boluda, y después lo imprimí.
Su respuesta, no la vi hasta el día siguiente.
El miércoles 18 (sí, miércoles tenía que ser) fue el día que movió todo. Otra vez. El día que completa las dos semanas que duró esto.
El primer recreo fue un montón de gente en el pasillo: Lucas, Alejandro, Yamila, Mariano, Damián y yo, todos dando vuelta por el mismo espacio cercano a mi salón, cruzándonos con gente de mi curso y de los de ellos, todo muy comunicativo. Yo hablaba un poco con ellos dos, “¿Qué me mandaste?” a Mariano, “¿Por qué faltaste ayer?” a Dami, y ninguno respondiéndome nada coherente. Cosas así. Raro.
El siguiente recreo lo pasé casi todo con Yamila, en el salón de Ale y Lucas. Cuando sonó el timbre, salimos las dos juntas y nos cruzamos nuevamente a Dami, a la altura de la escalera del entrepiso, la que lleva a su salón. Estaba de buen humor.
Dejó las manos con las palmas hacia arriba, Yami se las chocó, y después seguí yo. Coloqué mis manos sobre las suyas y en ese preciso instante me acordé de algo que me había contado Mariano, el tema de que Dami tenía blog, compartido con un amigo, y dije espontáneamente “¡Leí el blog!”, y todavía mis manos estaban sobre las suyas y él entrelazó sus dedos con los míos y nunca habíamos hecho eso antes, y parecía lo más natural del mundo mientras hablábamos del blog y por-qué-no-me-contaste-que-escribías.
¿Cómo podría culpar a Mariano por elegir lo que eligió? Yo le haría lo mismo a él. Yo lo lastimaría exactamente de la misma manera, si la posibilidad existiera.
¿O no?
Después el recreo terminó y volví a clase, y después la salida, el cole de vuelta a casa, y contarle todo a mamá con entusiasmo. Me conecté y busqué lo que me había mandado Mariano. Había dos mails.
Uno tenía el mismo tono que el mío, jocoso, agradable. El otro decía “¿Me dijiste que te gustaban los poemas? Acá tenés uno de mi creación”. Era un poema romántico triste, cargado de amargura. No coincidía con el tono desenfadado del otro mail, o del encabezamiento. Aunque todo parecía estar bien, no estaba bien.
Me quedé conectada y, hacia media tarde, se conectó Dami. Estaba como no disponible, así que yo no iba a hablarle, pero a los diez minutos me llegó una cadena, emisor, él.
Era una de esas cadenas cursilonas, moralizantes. Ejemplificaba cómo muchas veces olvidamos decirle lo que sentimos a las personas que queremos, lo dejamos para mañana, la puta madre eso está mal, la puta madre te quiero mucho. Repetía mucho “la puta madre” la cadena che, no es culpa mía. Espero que no me censuren el blog, ¿se puede censurar por eso? La última persona que yo veía reenviando esa cadena -más allá de las puteadas- era Damián Fausto.
Así que le hablé. No voy a escribir la conversación porque, si hay alguien leyendo, no quiero que se pegue un tiro. Prometo que este posteo se va a terminar algún día. Pero, en resumen, hablamos de la bronca que tiene él, contra el mundo y contra sí mismo. Y, a pesar de que me quiere -me lo dijo- no quiere mi “ayuda” para ocuparse de eso. Con esa conversación, entendí que hay una parte de él a la que nunca voy a acceder, a la que nunca me va a permitir acceder. Y esa idea me hizo mal, mal en serio. Porque entendí, entendí con una seguridad absoluta, que Damián no se va a enamorar, ni de mí, ni de nadie.
Y me largué a llorar desastrosamente, aunque me había prometido no llorar nunca más así por Dami, no derramar más lágrimas por él.
A los cuarenta minutos, se conectó Mariano.
Y yo entendí el poema, como por arte de magia, solita. “¿Extrañás a Fran?” le pregunté. Y me contestó que sí. Que la extrañaba mucho. Y que ella le había pedido disculpas, ella quería que volvieran. Y lo más probable era eso, que él la perdonara y volvieran. Entonces me pidió perdón, dijo que no había sido justo conmigo.
Después de lo de Dami, yo me sentía como si me hubieran cagado a palos, tanto física como emocionalmente, así que cuando Mariano me dijo eso, ya no sentí nada. Le contesté que no tenía que pedirme perdón. Y como necesitaba hablar de lo que había pasado -y Mariano me entiende, de una manera curiosa en la que nadie más me entiende, por extraño que parezca- le mandé la conversación. Y él me dejó descargarme y cuando terminé me dijo que Dami no era bueno para mí, que ni siquiera debía imaginarse todo lo que yo siento por él porque eso no le entra en la cabeza, que es inexpresivo y todas esas cosas que escuché tantas veces. Y yo le contesté eso, que ya me habían dicho que siguiera con mi vida, que estuviera con otro flaco, pero… Y ahí, Mariano dijo que no, que no tenía que intentar olvidarme de Damián estando con otro, que eso era peor.
“No estaba tratando de hacer eso con vos” le respondí entonces “Me pasa algo con vos y me dio la impresión de que no me pasaba a mí sola”. Y él se defendió y dijo que no había insinuado eso. “Mariano” escribí “¿Me pasaba a mí sola?”. Y él contestó que no.
Pero está enamorado de Francisca, la ama. Y si hubiese pasado algo entre nosotros, me dijo, me hubiera traicionado a mí, la hubiera traicionado a ella, y se hubiera traicionado a sí mismo. Porque no me ama, ¿entendés? La ama a ella. Y yo entiendo. No hay nadie en todo el mundo que pueda entenderlo mejor que yo.
Quedamos como amigos.
Y hablé con mis amigas, hablé con mi hermana, hablé mucho con mi mamá. Pero quiero hablar con él, quiero seguir hablando con él y que me abrace porque quiere abrazarme.
El jueves -este jueves- pasé por el pasillo con Yamila por al lado de los dos, él y ella. No paré a saludar, pero sentí su mirada cuando pasé de largo.
Y más tarde, al mediodía, lo vi bajando de su salón y él también me vio, porque me mandó un mensaje.
“Te iba a saludar y desapareciste”. “No te vi” respondí. “¿Cómo estás? ¿Cómo te sentís?”. Y no le contesté. No quería decirle que ya no estaba tan triste porque Dami no me deja conocerlo, como porque él me quiere como amiga.
Y no lo encuentro conectado. O tal vez se conecta, como siempre, como no conectado, y no me habla. Pero él no haría eso, dice Jazmín.
Viernes feriado. Empiezo particular de Matemática. Comienza el invierno y todo es frío y deprimente y gris.
Y yo simplemente pensé que iba a disponer de más tiempo con Mariano. Pensé que, si alguien podía limpiar a Damián de mí, tenía que ser él. Y quisiera haber tenido una oportunidad, nada más.
Porque estas dos semanas, exactamente dos semanas, fueron de lo más lindo, de lo más sencillamente feliz, que tuve en años.

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