domingo, 29 de junio de 2008

Flashback (Desireé)

6 de mayo

En Lost, una serie que me gusta bastante y que seguro la mayoría de ustedes conoce, cada personaje tiene un capítulo propio, en el cual, intercalada con la historia común de todos, está la individual de ése personaje.
Para hablar de lo que pasa ahora, y que se entienda aunque sea un poco, necesito explicar cosas que pasaron antes. Pensaba que iba a tener que prestarle a cada uno de mis lectores una copia de mi diario del año pasado para que me entiendan como pretendo, pero ahora sé que esto –además de que es imposible– no va a ser necesario. Con que tengan un par de flashbacks de mi historia (así cortitos pero significativos como los de Lost) supongo que va a alcanzar.
Hoy quiero hablar de un día en particular. Fue el 27 de febrero de este año. Uno de esos días que creo que voy a recordar para siempre.
El 27 fue miércoles. El martes a la noche llamé a Dami, tras largas vacilaciones, y me atendió una de sus hermanas. Me dijo que él “acababa de salir” y que llamara en veinte minutos. Eran poco más de las diez. ¿Adónde estaría él? Para matar el tiempo y calmar mi histeria, me mandé un par de mensajes con Amanda y miré un capítulo de The Big Bang Theory. Esperé bastante más de veinte minutos. No quería llamar otra vez y que él no estuviera, y que cuando finalmente llegara alguno de sus cuatro hermanos comentara burlonamente “una pendejita te llamó como veinte veces” (veinte=dos).
Tipo media hora, cuarenta minutos después, llamé de nuevo. Me atendió su único hermano varón. Me pareció que hablaba un poco parecido. No me preguntó quién era ni nada, y me pasó directamente con Damián.
-Hola- dije.
-Hola- dijo él-. ¿Quién habla?
(Nunca reconoce mi voz).
-Di.
-Ah, hola Di. ¿Cómo estás?
Resulta que a mí no me sale natural contestar “bien… ¿y vos?”así en tono casual cuando me preguntan eso. En general contesto “bien” y paso derecho a lo que me importa. Pero eso es bastante acelerado. Así que, aunque me sale un poco forzado, ahora digo la frasecita de cortesía.
Dami no parecía darse cuenta de mis nervios ni de mis comentarios-no-naturales. Contestaba afable, de buen humor. Casi divertido. Pero bien, o sea, no es que se toma todo en joda.
-Mañana los chicos rinden y se enteran de si pasan de año- expliqué.
-Uuh- eso sí sonó como si casi se riera. Pero bien. Como cuando uno se ríe porque si te tomás en serio la situación, te ponés mal.
-Sí. Y como vos dijiste- (por msn)- que querías que te avisáramos…
-¿A qué hora? ¿A qué hora vas a ir vos?
-A la mañana es. Yo voy tipo nueve.
-Aah- bastante menos ánimo. Las nueve serían la primera luz del alba cuando uno está de vacaciones. Ésa semana yo también rendí mi par de materias. Me la pasé muerta de sueño.
Ahí dije algo, no sé. Farfullamos alguna boludez.
-Capaz voy- Dami hizo una pausa breve, que resultó curiosamente significativa-. No… Voy a ir. ¿A las nueve vas vos?
-Sí, a las nueve. Nueve y media.
-Bueno, nos vemos Didi.
-Nos vemos, Dami. Beso.
“Beso”. Plan: tené en cuenta que soy una chica. A veces me da la impresión de que a Damián se la pasa completamente desapercibido ese pequeño detallito.
Apenas corté llamé a Lucas. Hablamos unos cinco minutos. Me limité a pedirle que por favor, por favor, por favor, no se quedara de año. Creo que estudió toda la noche. Dijo que ya iba a poder dormir después.
Esa noche dormí unas cinco horas. La idea de verlo –hacía casi un mes que no lo veía, porque, como ya dije, estaba estudiando para mis materias– me ayudó a opacar mentalmente la preocupación por Ale y Lucas.
Al día siguiente me encontré con Mandy en la puerta de la escuela. Nos encontramos con los chicos arriba. Tenían entonces, antes de recibir la nota, básicamente el mismo estado de ánimo que mantendrían todo el día. Lucas estaba eufórico, sacado. Jodía y se reía y alarmantemente “todo bien”. Alejandro parecía más colgado de lo habitual, que ya es bastante. Como que no caía del todo en lo que pasaba.
Ellos se juntaron con otros varones cerca de las escaleras. Amanda y yo fuimos quedando en el medio de un grupo de chicas, que daban vueltas, saludaban a la gente, hacían conversación de post prueba de febrero-marzo. Jazmín, Daniela y una chica que se llama Bárbara, y es una de las personas más lindas y más estúpidas que conocí en toda mi vida. Estábamos al lado de la puerta del salón donde Dasani, la profesora de Economía, corregía las pruebas.
Daniela empezó a contar cómo se había hecho una quemadura que tenía en la cara interna del brazo. (Sé que parece una locura que me acuerde de cosas así; aclaro que llevo un diario y tengo todo anotadito lo que pasó por esos días). En fin. Yo la tenía bien en frente y, detrás de ella, bastante pasillo y gente más allá, estaba el grupo de los chicos. Dani iba por la mitad de la explicación –algo relacionado con una lámpara– cuando de pronto lo vi allá atrás, saludando. Solté una especie de gemido, como reacción automática. Todas se sobresaltaron, incluida yo misma, y Amanda empezó a reírse por lo bajo. Yo también me reí, aunque sabía que estaba ruborizándome. No lo había visto llegar, ni nada. Damián siempre llega y se va de golpe.
No importa que a veces diga que voy a superar a Dami, que es sencillamente lo que tengo que hacer. El corazón me da un salto cuando aparece, cuando veo el rectangulito en el extremo inferior derecho de la pantalla que dice que acaba de iniciar sesión, cuando lo escucho decir “hola” en el teléfono. Tal vez yo misma me meto las fichas. Pero les aseguro que lo del chillido fue sin querer.
No lo saludé. Estábamos cada uno en su grupo. Por ahí Ale o Lucas se acercaban y yo hablaba con ellos, pero con él no. Dasani fue llamando gente y creo que primero le tocó a Alejandro, e inmediatamente después a Lucas.
Y la verdad, yo hacía un montón que sabía. Por ahí desde diciembre, cuando ellos me dijeron la cantidad de materias que se habían llevado. Era… inevitable. Lucas también se había dado cuenta de que no iba a poder, estoy casi segura. El único sorprendido fue Dami. Ah, y capaz Ale también. Pero no mucho.
Ahí fue cuando quedé frente a Damián. Él se mordió los labios. En serio, estaba pasmado. Yo creo que me mantuve inexpresiva. Me acerqué y nos saludamos. No sentíamos lo mismo en ese momento. Ni con respecto a los chicos, ni a nada. No entendíamos la situación de la misma manera. Él al toque se adaptó al ánimo bloqueado-alegre de Lucas y Alejandro, como pudo. Yo no. Pero él estaba ahí porque yo lo había llamado. No por mí; entiendo bien la diferencia. Y no fue sólo egoísmo lo mío, no fue que quería verlo nomás. Aunque no sé sí, a esta altura, alguien me creería eso.
Yo… yo sabía que Ale y Lucas se iban a quedar de año. Y también que Dami iba a querer –iba a tener– que estar ahí, por él y por ellos. Porque hay cosas que son así. Y yo, como observadora aunque sea. Para escribirlo después.
(… el resto mañana, esto no es la never-ending story)

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